Decía Etienne de Condillac que “una cosa no tiene valor porque cuesta algo, como se suele pensar, sino que cuesta algo porque tiene un valor”. Hace unos meses leía en el blog de mi amigo Hugo Jacomet un artículo firmado por él donde hablaba del verdadero significado de la palabra “valer”.Además de coincidir plenamente con su pensamiento, no pude dejar de pensar cómo hoy la inmensa mayoría de los caballeros, tanto nacionales como extranjeros, siguen prefiriendo gastarse su dinero en cosas que cuestan, y a veces mucho, y que sencillamente no lo valen.
Por ello este mes quisiera pararme a compartir con vosotros esos pequeños detalles que rápidamente nos dicen si lo que estamos pagando por esa prenda lo vale o simplemente lo cuesta. Hay muchas marcas, de camisas, de trajes, de zapatos, de corbatas que cuestan auténticas fortunas pero que, sin embargo, apenas tienen valor. O dicho de otro modo, más allá de poder “presumir” de llevar el logo o las iniciales de la marca de moda su valor real no se corresponde con lo que nos tocará pagar por ella.
El valor de una prenda lo proporciona principalmente el material con el que está confeccionada, la calidad mano de obra utilizada y una hechura lo más personalizada posible. El coste, sin embargo depende de otras variables que están directamente relacionadas con la marca que lleve, el posicionamiento de la misma, el tipo de tiendas donde se vendan, las campañas de marketing, etc.
Con esto no queremos decir que algunos productos ofrecidos por ciertas marcas del universo del lujo no tengan valor ya que por norma general tanto los materiales empleados como la mano de obra es superior a la media. Pero lo que tampoco nos importa afirmar es que el coste de dichos productos es mucho mayor a su valor real.
Cuando uno tiene la oportunidad de ver la pericia con la que trabaja un zapatero artesano, pero un artesano de verdad, y de los materiales que utiliza así como el tiempo, la precisión y el esfuerzo que pone en cada nuevo par de zapatos entiende rápidamente el gran valor de lo que de sus manos sale. Y ese es el valor que debería costar.
Igualmente, cuando uno presencia el trabajo de un sastre haciendo un patrón, montando un hombro, cosiendo un ojal, picando una solapa, planchando un traje etc. entiende porqué el valor del traje final está sencillamente en otra categoría al de aquellos que escoden una gran maca de prestigio en su interior.
Conociendo y sobre todo entendiendo el valor de un objeto se sabrá discernir si ese precio que a priori ha podido parecer elevado está o no justificado. Igualmente, será ese conocimiento el que nos debería hacer plantearnos hasta qué punto no estamos siendo una víctima más del acertado marketing de las casas de moda y consecuentemente estamos pagando un precio injustificado por un producto que carece de valor.
Muchas veces hemos oído que las cosas cuestan sencillamente lo que la gente está dispuesta a pagar por ellas. Si bien esto es una realidad, no es óbice para admitir también que en la ropa masculina, mucho más incluso si cabe en la femenina, los conceptos valor y precio no siempre van de la mano.
Por eso, este mes queremos dar unos pequeños consejos que nos ayuden a simple vista a saber si lo que estamos pagando por esa nueva prenda se corresponde efectivamente con su valor. Y queremos intentar saberlo valiéndonos solo de nuestra vista y sin necesidad alguna de contar con un conocimiento previo.
Como hemos mencionado anteriormente, el valor de una prenda lo proporciona principalmente el material con el que está confeccionado, la mano de obra utilizada y una hechura lo más personalizada posible.
El material es de todo punto importante se trate de un zapato, de una camisa, de un traje o hasta de unos sencillos calcetines. Dependiendo de cada uno, se dará al material más valor o menos pero lo que está claro es que concretamente en estas prendas que vamos a analizar su importancia es muy elevada.
Distinguir un material de otro requiere de conocimiento y práctica. Aunque no hay mejor conocimiento que el que se adquiere tocando y sintiendo los diferentes tejidos o pieles, el llegar a diferenciar lo bueno de lo excepcional requiere de tiempo. Cuánto más tiempo pasemos arrugando telas, estudiando composiciones y pesos o acariciando y doblando pieles más fácil nos será luego identificar el valor de cada tejido o de cada piel.
Bastará con acariciar una tela con mezcla de seda y cachemira para comprobar una suavidad diferente, por ejemplo, a la de los tejidos de lana. De ponernos una camisa con un buen algodón Sea Island sentiremos el disfrute de nuestra piel al sentir su tacto. De caminar con unos zapatos de piel de Tanneries Du Puy, nuestros pies elevaran su canto particular al Dios de la flexibilidad y la comodidad.
No obstante, como estaréis con nosotros, resulta muy difícil en un artículo explicar con fotos o con palabras esas sensaciones que solo el tacto puede relevar. Por ello, dejaremos que sea cada uno quien con la experiencia de los años termine diferenciando un buen tejido o una buena piel.
Igualmente, tampoco entraremos en la otra característica principal que diferencian las prendas de confección de las hechas a mano, esto es, la hechura personalizada. Sobre esta ya hemos escrito mucho y seguiremos haciéndolo en próximos artículos.
Por el contrario, nos vamos a centrar en aquellos detalles que el sentido de la vista puede revelar a cualquiera aun cuando no se haya visto nunca un buen traje, una buena camisa o unos buenos zapatos.
Y serán los detalles que nuestra vista nos revele los que nos ayuden a saber si efectivamente lo que cuesta esa prenda se corresponde finalmente con el valor real de la misma. Detalles todos ellos que solo requieren de un mínimo de observación y que están a la vista de todos expuestos en las estanterías y perchas de las tiendas.
Hoy cada vez son más los sastres que deciden arrastrados por el éxito de su línea bespoke crear una línea de ropa industrial. Aunque esta línea RTW mantiene ciertas particularidades con la línea bespoke poco tienen que ver ya que los sastres que hicieron famosa a esta última no intervienen en la confección de esa nueva línea de negocio y en muchos casos hasta son fabricadas a miles de kilómetros de la sastrería en que finalmente se venderán.
A pesar de ello, estas reputadas casas no tienen reparo en poner precios totalmente injustificados a trajes y camisas que comparten poco más que la etiqueta con las prendas artesanales que han dado fama a la casa.
Si bien sucumbir a este fenómeno, al menos en nuestro país, carece de sentido al poder conseguir por un precio incluso menor trajes y camisas hechos de manera verdaderamente artesanal, sí es cierto que el fenómeno va en aumento y ya es bastante fácil observar como se venden trajes y camisas de confección industrial que en algunos casos llegan a triplicar el de trajes y camisas verdaderamente artesanales y además hechos a medida.
Esto se podría entender en países como Reino Unido o Italia donde su sastrería y camisería alcanzan precios verdaderamente altos pero es incomprensible pagar por trajes industriales esas locuras en otros, que como el nuestro, ofrecen de forma artesanal un producto de menor precio y de mucha más calidad.
Si bien los trajes de estas casas poseen un estilo, un diseño y unas telas muy superiores a la media, otras marcas se han limitado a inventar una historia, a ser posible siempre con más de cien años, vestirla de glamour y relacionarla con las manos encallecidas de unos artesanos trabajando en un pequeño local. Después se coloca en las estanterías de una tienda situada en una zona premium y atraen a ese cliente al que le es indiferente el valor real de la prenda y consecuentemente no le importa pagar lo que sea por hacerse con esa “histórica” y elitista pieza.
Y precisamente para saber a la hora de comprar un traje si nos están “vistiendo de torero” deberemos fijarnos en los siguientes detalles.
Así por ejemplo, a la hora de hacernos con un nuevo traje industrial habrá que cersiorarse de que las solapas no hayan sido termo-fijadas. Para ello bastará con pellizcar ambos lados de la misma separándolos y comprobar que efectivamente no estén “pegadas”.
Los botones son de las cosas a las que más fácil acceso se tiene y que de ser de plástico ya denotan que nos encontramos ante una chaqueta de la que, en el mejor de los casos, se podría decir que no se la ha puesto mucho cariño en su confección. Asegurándonos de que sean de algún compuesto natural como cuerno o al menos de corozo.
Desde hace unos años atrás, se puso la moda entre ciertos grupos sociales de demostrar un cierto estatus desabotonándose al menos un ojal de la manga. Como he confesado en varias ocasiones, esto, desde mi punto de vista, carece de sentido.
Y esto pienso que es así sencillamente porque si para demostrar que el traje es de sastre tenemos que desabotonarnos un botón es porque no nos lo ha hecho un buen profesional.
Ya que de haberlo cosido un buen artesano serán tantos los detalles que lo pongan de manifiesto que creo que sería una ofensa para él el que uno de sus clientes tuviera que seguir esta práctica para demostrarlo.
Si a esto añadimos que hoy cualquier marca de segunda pone en sus chaquetas ojales practicables, esta costumbre debería ser dejada totalmente de lado. Práctica, por cierto, la de estas tiendas si cabe todavía más absurda si pensamos que un ojo mínimamente educado puede diferenciar perfectamente un ojal hecho por una máquina de uno cosido por unas manos humanas.
Si bien la propia forma del ojal y el relieve del cosido nos sacará rápidamente de dudas, para cerciorarnos del todo de que el ojal que tenemos delante de nosotros está hecho a mano bastará con desabotonar el botón y observar el ojal por su parte trasera. Si está tan perfecto por detrás como por delante tendremos motivos más que justificados para empezar a sospechar de que pagaremos lo que cueste la prenda pero no lo que vale. Y esto aplica igualmente al ojal de la solapa.
Apenas algunos caballeros se fijan cuando van a comprar una chaqueta en el interior de la misma. Y sin embargo son precisamente los detalles que menos se ven los que más cosas nos pueden relevar de la calidad de la prenda.
Por ello, y sobre todo ahora que predominan las chaquetas desarmadas, no nos de vergüenza y abrámosla para observar la calidad de su terminación. Si bien la construcción del hombro es hoy en lo que más nos fijamos y es fundamental para entender parte del valor de la prenda, la construcción interna de éste no es siempre visible y tampoco es cuestión de asustar al vendedor y hacerle pensar que estamos destripando su chaqueta.
No obstante, bastaré con prestar atención a aquello que sí podemos ver fácilmente. Fijémonos, por ejemplo, en la costura central y asegurémonos de que esta haya sido rematada con un bonito vivo. Y hagamos lo propio con las costuras de los faldones.
Si el vendedor insiste en las grandes cualidades de la chaqueta y el precio marcado en la etiqueta también así lo quiere hacer entender asegurémonos de que ese ribeteado haya sido cosido a mano y no a máquina. Ninguna mano humana todavía es capaz de trazar una línea recta perfecta y dar las puntadas en la misma extensión y con el mismo espacio entre una y otra como lo hace una máquina de coser industrial. Con un rápido vistazo sabremos si las costuras se han rematado con un ribeteado y de haber sido así si se ha realizado a máquina o a mano.
Otro detalle que deberíamos descubrir en el interior de las chaquetas de confección industrial, pero de alta gama, es el refuerzo que en el lateral del bolsillo interior se cose para darle una resistencia extra y evitar que a lo largo de los años de tanto meter y sacar por ejemplo la cartera se termine rompiendo.
Solo en las chaquetas con una terminación excelente aparecerá ese bolsillo cosido también a mano.
Otras de las prácticas recientes en las chaquetas que están llegando a las tiendas más exclusivas consiste en realizar sobre las costuras un doble picado. El doble picado es muy fácil de apreciar ya que se encuentra, o quizás deberíamos decir se debería encontrar, a lo largo de toda la chaqueta así como en los hombros y en las solapas de los bolsillos. Este segundo picado se realiza a un centímetro más o menos del principal y tiene como objetivo reforzar la prenda dando mayor resistencia a las costuras.
Si bien esto es una práctica habitual en las mejores sastrerías, las mejores marcas industriales introducen este muy bienvenido detalle de calidad. Dependiendo del precio de nuestra chaqueta se debería o no exigir este detalle.
Y será precisamente ese precio el que nos aconseje pasar directamente por caja o de ser francamente elevado seguir investigando algo. Si queremos asegurarnos de que cuando en dicha caja no vayamos a pagar con nuestra chaqueta la mitad del alquiler de esa preciosa tienda verifiquemos que ese doble picado haya sido no solo hecho sino además hecho a mano y no a máquina.
Aunque parezca que esté de moda que el doble picado se muestre de manera más que visible esto, en la mayoría de las ocasiones, no obedece a moda alguna sino solo a que el picado ha sido cosido a máquina y no a mano.
Un buen doble picado apenas se observará si ha sido cosido por unas manos experimentadas que buscaban la buena terminación de la prenda y no solo un argumento más de venta. Dicho esto, las chaquetas que cuenten con un doble picado, tanto a máquina como a mano, denotan una mejor terminación y cariño que las que no y consecuentemente deberemos estar dispuestos a pagar un importante precio por ellas.
En los trajes diplomáticos o en las chaquetas o trajes con cuadros deberemos fijarnos en que el dibujo coincida en la tapeta del cuello y a las costuras de los bolsillos.
Igualmente, asegurémonos de que las rayas diplomáticas no se esconden y aparecen a lo largo de la costura central de la espalda. La espalda debe quedar limpia y todas las rayas se deben ver en toda su extensión.
Obviamente dependiendo de la atención que se haya prestado a la chaqueta cabrá esperar una calidad semejante en la terminación de los pantalones.
Resultaría difícil pedir a un fabricante industrial que pusiera en todos sus pantalones, por ejemplo, botones en la portañuela o pletinas en la cintura. Y esto es así porque resulta difícil saber si el cliente final va a querer esta terminación o por el contrario prefiere una cintura limpia y una sencilla cremallera. Por ello mismo, no resulta a simple vista fácil apreciar muchos detalles que hablen de la calidad del pantalón.
No obstante, debemos esperar que el botón central esté cosido a mano, que de contar con botones estos sean de algún material natural y que los ojales hayan sido cosidos a mano. Bastará con seguir los consejos expuestos en la chaqueta al hablar de los ojales para saber si estos efectivamente han sido cosidos a mano.
Un ojal en la costura inferior de la cintura pensado para ser ocupado por ese otro botón que aparece más o menos debajo del principal será un detalle siempre bienvenido. Igualmente, la cintura deberá contar además de con el botón central otro más a unos centímetros para que entre los estos dos y el anterior se reparta toda la presión de la cintura y gane comodidad su propietario.
También fijémonos en la parte interior de la cintura del pantalón y comprobamos que tenga cierto cuerpo para tener la seguridad de que no se arrugará a los pocos minutos de ponérnoslo. El bajo del pantalón, tanto cuente con vuelta como si no, deberá tener cosido, que no pegado, un refuerzo que evite que con el roce del zapato se termine dañando.
Si el traje que nos ha gustado no cumple con la mayoría de las particularidades arriba descritas y su precio es superior a dos mil euros comprémoslo si ese es nuestro deseo pero hagámoslo siendo conscientes de que sencillamente no lo vale.
Un buen traje a medida en nuestro país cuesta unos 2.000-2.500 euros (con telas buenas aunque excluyendo las telas más exquisitas) y además de contar con todos los detalles anteriores y estar hecho enteramente a mano, también está hecho a medida; cosa de lo que ningún traje industrial podrá nunca presumir.
Si las marcas industriales que ofrecen trajes de calidad son muy pocas y nos resultará fácil localizarlas y saber cuál de ellas ofrece una buena terminación, las marcas especializadas en camisas son muchas y deberemos agudizar la vista, y por supuesto el tacto, para tener la seguridad de que pagaremos por ellas lo que verdaderamente valgan.
En las camisas, por suerte para todos, también ayudándonos solo de la vista podremos detectar una serie de detalles que marcarán la diferencia entre sola otra más y una especial. No obstante, el objetivo de excepcional en una camisa sigue estando reservada a la camisería artesanal ya que solo en esta se cosen las camisas a medida atendiendo a esa hechura individual de cada cliente.
Aunque no esté directamente relacionado con el tema en cuestión, lo primero que deberíamos hacer a la hora de plantearnos comprar una camisa es huir de todas esas casas que han hecho de un logo, una letra o de cualquier ejemplar de la fauna animal su signo diferenciador. A una buena camisa se la diferencia por la tela o por la calidad de la mano de obra empleada pero no por llevar un perro, una ballena o una jirafa. Además de que esos animalitos no llevan implícito calidad alguna, exhibir marcas de manera visible denota una falta de elegancia.
Dicho esto, para pagar un precio importante por una camisa industrial hay que asegurarse antes de que encontramos detalles que lo justifican. Al igual que ocurría con el traje, obviamente la calidad de la tela y su composición son factores fundamentales pero ¿cómo explicar solo por fotos cómo diferenciar una buena tela de otra que no lo es? Desgraciadamente para este artículo, será nuevamente el tacto y la experiencia el consejero al que acudir para que nos guie en nuestra elección; tacto y experiencia que como decimos resulta imposible fotografiar.
Respecto a esas cosas que más fácilmente nuestra vista puede detectar encontramos en primer lugar los botones. Cualquier camisa, incluso ya siendo de mediana calidad, debería contar con botones del material conocido como madre perla. Nuestra camisa debería sernos entregada con un juego de repuesto por si se perdiera el botón de los puños o del frontal.
Aunque dependiendo del tipo de camisa esta puede contar con botones o no en el cuello, de no tenerlos será seguramente porque se ha fabricado pensando en que se vista corbata. De ser así, deberíamos asegurarnos de que cuenta con un juego de varillas que son acordes con las medidas de la punta del cuello.
Desgraciadamente a veces ocurre que son de medida estándar pudiendo quedar algo justas y al doblar el cuello pueden llegar a partirse. Al igual que con los botones, se nos debería entregar un juego de recambio.
Otro detalle que habla de la calidad de una camisa es el rematado que a lo largo del faldón de la camisa se hace con un dobladillo cosido a mano.
Si la camisa contara con canesú o con bolsillo de pecho, algo esto último de lo que no soy muy partidario al romper con la limpieza de líneas de la camisa y al carecer de sentido de ir acompañada por una chaqueta, los dibujos deberían también casar en estas costuras.
Decía Oscar Wilde que «un ojal realmente bien hecho, es el único vínculo entre el arte y la naturaleza».
Y creo que quien haya tenido el privilegio de deleitarse observando tanto el proceso de cosido como luego el ojal en la prenda final compartirán con el escritor británico su afirmación.
Hoy lamentablemente son ya demasiadas las camiserías de prestigio, incluidas muchas de la mítica calle Jermyn Street, que ya ni se molestan en coser los ojales a mano y lo hacen a máquina. Basta con observar los ojales de las camisas a medida de la laureada Turnbull and Asser para saber de lo que estamos hablando.
Esta casa, como otras muchas de la calle londinense, cosen los ojales con un tipo de máquina que si bien consigue un resultado muy próximo a la terminación a mano no dejan de estar hechos a máquina. Esto hay que reconocer que no ocurre con la alta camisería napolitana donde los ojales son siempre cosidos a mano.
Si ya desde hace años hasta las camisas artesanales de Turnbull and Asser ya no pueden presumir de contar con sus ojales cosidos a mano no nos deberíamos extrañar que nos resultara casi misión imposible hacernos con una camisa RTW con ojales cosidos a mano.
De conseguirlo y querer buscar argumentos de peso para pagar por ella lo que nos están pidiendo, fijémonos en que el hilo cubra toda la extensión del ojal y no se aprecie espacios entre puntada y puntada. No solo es importante el que haya sido cosido algo a mano sino también que se haya realizado con pericia.
Otro detalle que habla de la calidad de una camisa es el rematado que a lo largo del faldón de la camisa se hace con un dobladillo cosido a mano.
Aunque esto no es obligatorio en una camisa de calidad la parte trasera debería ser ligeramente más larga que la delantera para que cuando nos sentemos con el paso del tiempo no termine saliéndose del pantalón.
Aunque el trozo de tela que funciona de refuerzo y que une la parte delantera con la trasera antes era una muestra de calidad hoy es prácticamente ya solo un detalle de marketing por lo que aunque de tenerlo sería bienvenido de no verlo tampoco deberíamos alarmarnos.
Por el contrario, un detalle que sí habla de calidad de la camisa son el número de puntadas utilizadas en el proceso de cosido. Cuantas mas haya por centímetro mayor será la resistencia de la costura. Bastará con comparar una camisa no muy buena con otra buena para observar como el número de puntadas varía considerablemente de una a otra.
Una camisa con más de ocho puntadas por centímetro sí tiene valor y el coste de la misma será elevado.
Al igual que recomendábamos en el traje separar los dos lados de la solapa para cerciorarnos que no estaban pegadas deberíamos hacer lo mismo con el cuello de la camisa para asegurarnos que no está termo-fijado y que por el contrario cuenta con un forro interior.
Otro detalle que “desnudará” de golpe a la camisa y que nos dará la pista definitiva del valor real de la camisa será la costura de los hombros. Aprovechemos cuando estamos en el vestidor para darle la vuelta al hombro y comprobar si se ha cosido esta parte con una sola costura o con dos.
De contar con dos, algo siempre recomendable, fijémonos si alguna de ellas al menos ha sido cosida a mano. Si una de ellas ha sido cosida a mano fenomenal y si lo han sido las dos me temo que será mejor sentarnos y ponernos cómodos antes de dar la vuelta a la etiqueta.
Si una camisa no cuenta con la mayoría de los detalles aquí descritos y cuesta más de ciento ochenta euros comprémosla también si este es nuestro deseo pero siendo conscientes nuevamente de que sencillamente no lo vale. Una buena camisa a medida en nuestro país cuesta entre 150-200€ (con telas buenas aunque excluyendo las más especiales) y además de utilizar por norma general telas de mejor calidad que las RTW están hechas a mano y a medida. Por tanto, asegurémonos muy mucho de que si vamos a pagar más de ese precio por una camisa industrial sabemos por qué lo hacemos.
Repasado ya el traje y la camisa le llega el turno a los zapatos. De la misma forma que hemos hecho con aquellos, con estos vamos también a intentar distinguir un buen zapato de otro que no lo es solo por fotos. Y decimos que lo vamos a “intentar” porque a través de fotos y de una descripción que solo se haga por escrito, pero sin la ayuda del tacto o de una pequeña explicación visual, resulta muy difícil explicar cosas como un cosido Goodyear, la flexibilidad de la piel, el significado de comodidad o el ajuste del ideal del zapato.
Una dificultad añadida es que la verdadera calidad de un zapato se aprecia no sobre una estantería sino tras haber pasado unos buenos años con él. Tras esos años y fijándonos en cómo ha envejecido la piel y cómo de entera sigue la construcción del mismo sabremos si nuestra elección fue la correcta.
No obstante, como hemos dicho vamos a intentarlo. Lo primero que hablará de la calidad del zapato en su conjunto será el “empaque” del mismo. Un buen zapato, por los propios materiales con los que está confeccionado, por norma general no posee la ligereza de un zapato que está pensado para que solo pase un par de temporadas en nuestro armario.
El buen zapato se nota armado y robusto. Esto es especialmente visible en los zapatos de cordones aunque también si comparamos un mocasín de calidad con otro más bien normalito notaremos grandes diferencias en lo que a robustez se refiere.
Al contrario de lo que hemos apuntado al hablar del traje y de la camisa, cuando se trata de hacernos con unos buenos zapatos lo más fiable será acudir a las marcas premium por todos conocidas.
Bastará con observar un Alden, un Edward Green, un Tricker, un Lobb o un Vass para entender perfectamente de qué hablamos cuando lo hacemos de un zapato con empaque, robustez, de calidad y bien armado.
Cada vez son más las marcas italianas que empiezan a prestar atención no ya solo al diseño sino también por fin a la calidad final de sus zapatos. No obstante, en la mayoría de los casos bastará con coger en una mano un zapato de cualquier marca conocida de Northampton y en otra un Canali o incluso un Sutor Mantellassi para entender por qué los zapatos ingleses en lo que a calidad se refieren siguen marcando el paso.
Desgraciadamente y aunque lo intentemos, cuando hablamos de zapatos de calidad tenemos que hacerlo de marcas. Al contrario de lo que ocurre con, por ejemplo, las camisas las casas por antonomasia zapateras tienen unos estándares de calidad inherentes al nombre de cada una de ellas que garantizan una alta calidad en el resultado.
Conocer la calidad de la piel del zapato resulta vital. Sin embargo, diferenciar una buena piel solo por fotos no es algo fácil. Y es que si con las telas de los trajes y de las camisas resultaba vital el poderlas tocar para hacernos una idea de su calidad, en los zapatos además de poder tocar la piel también deberíamos poder caminar con ellos y, sobre todo, verlos envejecer.
Y solo el uso y el tiempo nos desvelarán como envejece esa piel, cómo cambia de color, cómo se marca o cómo se cuartea. Si la piel de nuestro viejo zapato se ha acartonado, si por el uso se le han formado arrugas llamativas o si no permite coserle una nueva suela al desgarrarse la piel, quedará de manifiesto que si bien puede que compráramos un zapato bonito su calidad queda ahora patente que era muy baja.
Cuando toquemos la piel del zapato y la doblemos debemos tener la sensación de que es una piel tierna, que de la sensación de estar “viva”. Es difícil explicar en palabras esa percepción que nos gustaría aquí transmitir pero es posible de poder comparar un zapato de una gran calidad con otro estándar.
Para entender un poco lo que queremos explicar bastará con coger un mocasín de la marca Sebago, mejor si ya tiene algún tiempo, y fijarnos y tocar la piel con la que está fabricado. Su tacto y el aspecto de esta estarán más próximos al plástico que a cualquier piel de calidad. A continuación cojamos un zapato de cualquiera de las otras marcas aquí mencionadas que tenga hasta el doble de uso que nuestro mocasín Sebago y entenderemos a que nos referimos cuando decimos que la piel debe dar la sensación de estar tierna y viva.
No es que tenga nada personal en contra de estos zapatos Dominicanos pero en este artículo los mocasines Sebagos nos serán de gran utilidad ya que raro es el español que no los conozca o incluso que los haya comprado alguna vez y por ello todos sabemos perfectamente el zapato al que nos estamos refiriendo.
Más allá de lo que el tacto y la experiencia nos cuenten del zapato que estamos a punto de comprar, hay algunos detalles en los que siempre deberíamos fijarnos.
Por ejemplo, deberíamos asegurarnos de que nuestro pie descansará dentro del zapato sobre una plantilla de piel y no de plástico. Igualmente, debemos asegurarnos de que esté tenga cierta envergadura y no se trate solo de una finísima capa de piel. Observemos, por ejemplo, la plantilla de un modelo Church´s pre-Prada y comparémoslo con otras marcas para entenderlo.
Hoy hay casas como Corthay o Berluti que son expertas en teñir el zapato con sombras, diferentes colores y tonalidades y brillos que le dan un toque muy interesante al zapato. El efecto patina en el teñido de los zapatos es un arte que no está al alcance de todo zapatero.
Si bien estos tipos de zapatos no serán fáciles encontrar en su línea RTW al no ser del gusto de todos los caballeros, de lo que sí nos tendríamos que cerciorarnos es de que al menos el teñido haya sido hecho con un mínimo de calidad.
Hace ya algunos años me hice con unos zapatos marrones bastante bonitos de Louis Vuitton que si bien me costaron una cantidad importante definitivamente no lo valían. Y no lo valían sencillamente porque tras frotarlos con un trapo blanco para quitarles la poca suciedad acumulada en su primera puesta dejaron todo el trapo de un marrón más que sospechoso.
En los zapatos, al igual que en los trajes y en las propias camisas, siempre lo que no se ve dice más de la calidad de la prenda final que lo que queda a la vista de todos. Por eso nunca deberíamos hacernos con un nuevo par de zapatos sin fijarnos en cómo está rematado el zapato por dentro. Bastará con ser mínimamente observadores para saber si con ese zapato se ha querido solo cumplir con el expediente o por el contrario se ha terminado internamente con la misma delicadeza empleada por fuera.
Otro de los puntos en los que no nos podemos dejar de fijar es en la suela. Lo primero que debemos comprobar es que la suela haya sido cosida y no pegada y así haya sido hecho a lo largo de toda la suela del zapato. Esto es fácil de comprobar mirando el cosido del perímetro interno del zapato. El que la suela esté cosida y no pegada permitirá que en el futuro al cambiar la suela y el tacón el zapato siga teniendo un aspecto mucho más saludable.
A pesar de que la mayoría de los zapatos cuentan con suela de cuero no debemos pensar que todas son iguales. El número de capas de estas así como su composición y su cosido coloca a unas y a otras en mundos diferentes. ¿Acaso no os habéis preguntado por qué muchos de vuestros mejores zapatos todavía tienen su suela original y por qué a la mayoría de vuestros mocasines Sebagos, incluso con bastante menos uso, ya les cambiasteis la suela?
El cosido de la suela es una parte fundamental y si ese zapato que nos ha gustado no ha cuidado esta parte, independientemente de su coste, su valor quedará en entredicho. El cosido más extendido entre los zapatos de calidad es el conocido como cosido Goodyear. Este tipo de cosido aporta al zapato comodidad, durabilidad, flexibilidad y es garantía de que tras un cambio de suela nuestros zapatos puedan llegar a recuperen su aspecto original.
Igualmente, si fuéramos capaces de levantar la plantilla interior del zapato, algo muy difícil si esta se ha fijado bien, deberíamos apreciar una capa de corcho que es la responsable de dar confort al pie. Esta capa de corcho es precisamente la que hace que la forma de nuestros pies quede grabada con el uso en ella. Esta fina capa de corcho no debe confundirse con el corcho que separa las “dos” suelas del zapato.
En la mayoría de los zapatos, incluso en muchos de los modelos de las marcas aquí citadas, el cosido de la suela queda visible en la propia suela. Sin embargo, en los zapatos de más alta gama ese cosido queda oculto en la propia suela y sus zapateros prefieren o dejar la suela lisa o decorar el perímetro con algún tipo de adorno.
Como el objetivo de este artículo es no entrar en explicar conceptos técnicos sino en intentar solo con la mirada detectar el valor de las cosas dejaremos la explicación del cosido goodyear para otro momento.
Normalmente, como acabamos de apuntar, la gran mayoría de los zapatos con más nombre están cosidos con este sistema y aunque el cosido que fija la pala a la palmilla es interior y consecuente no se puede apreciar a simple vista, el segundo cosido, el que une la vira con la suela y la entresuela es exterior y sí se puede apreciar en algunos modelos.
El talón debe estar formado por varias capas de piel que se unen con unos clavos. El número de estos así como una disposición personalizada al modelo concreto de tacón y zapato así como la finura de los propios clavos hablará de una mayor o menor calidad de la terminación.
Nuevamente con observar al mismo tiempo un tacón de un zapato de mediana calidad y otro de buena calidad entenderemos de lo que estamos hablando. Si alguno de vosotros ha perdido el tacón de sus zapatos o ha visto como este se separaba de la planta del zapato y ha tendido que amartillarlo para que volviera a su posición originaria está claro que no debería hacerse nunca más con esa marca. Y el consejo sería el mismo si ha comprobado con el paso del tiempo como los diferentes estratos de piel del talón se han separado.
Se da por hecho que en el extremo del tacón habrá un trozo de goma dura que además de amortiguar el impacto en cada paso le proteja de estropearse rápidamente.
En la puntera es posible, aunque no frecuente, que encontremos un trozo de metal para protegerlos también de dicho desgaste. De ser así, el zapatero de la marca habrá puesto más destreza si ese contrafuerte no sobresale del resto de la suela del zapato que de parecer que se ha añadido una vez terminado el mismo. Sin embargo, lo más normal es ver unos pequeños clavos en la puntera que consiguen también el objetivo de protegerles.
La planta del zapato suele rematarse con cera para darle brillo. Si bien esto es un bonito detalle no tiene mayor importancia. Lo que sí deberemos asegurarnos es que nos entreguen una bolsa para cada zapato. A la hora de colocar los zapatos en la maleta siempre resulta más fácil poder jugar con ellos independientemente.
Las propias bolsas tienen calidades diferentes como se nota en el propio material, en las lazaderas, y en la manera en que se han grabado, cosido o añadido el logo de la marca. Hasta por las bolsas se podría saber la calidad del zapato ya que la diferencia en calidad varia bastante entre unas a otras.
Solo de las mejores casas zapateras cabrá esperar que entreguen sus zapatos con unas hormas de madera. No obstante, si tenemos en cuenta que el precio y valor de los zapatos aquí descritos es más que considerable sería de recibo que se incluyeran dichas hormas. Esto si bien lo entendió perfectamente Lobb parece que no muchas han seguido su camino. Y como dice este artículo muchas veces en los detalles radica la diferencia.
A todos nos sonará familiar la frase que dice que “quality will be remembered long after price has been forgotten”. Y en el tema de los zapatos esto es toda una verdad.
Por ello, si pretendemos hacernos con un buen par de zapatos y además con las características aquí descritas desconfiemos de aquellos con un precio menor de trescientos euros. Los buenos zapatos son caros y no existen las gangas.
Recordemos finalmente que si nos queremos hacer con un buen par de zapatos de calidad no hay opción más segura que dejar de lado las casas multi-producto y las marcas del momento y centrarse en las casa zapateras por excelencia.
Esperamos que este artículo nos haya ayudado a todos a poder apreciar solo con la vista esos detalles que diferencian las prendas excepcionales y que consecuentemente su alto valor justifica pagar por ellas un importante coste.
En próximos capítulos intentaremos hacer un análisis parecido en complementos como el pañuelo de bolsillo, la corbata, los calcetines o los tirantes.
José María Galiacho
El Aristócrata
www.elaristocrata.com
Nuestro agradecimiento a elaristocrata.com por este artículo tan interesante que nos muestra claramente la importancia de dar valor al trabajo artesanal y sus grandes ventajas en cuanto a la calidad y el buen hacer.