El despertar de los sentidos
Doscientos años en tiempos geológicos son algo absolutamente intrascendente. Sin embargo, para la moda, que es lo que nos ocupa, es una auténtica eternidad…. por no decir ¡una barbaridad !. Y mucho más si nos ceñimos a la edad contemporánea.
El parón, colapso, o enfriamiento que ha sufrido la moda masculina clásica los últimos dos siglos es de una relevancia inusitada y hasta ¡casi alarmante!.
Desde 1850, hemos visto cambiar TODO: nuestra forma de viajar; de comunicarnos; de comer; de bailar; de relacionarnos o hasta de trabajar. Por el contrario y de forma paradójica, la moda clásica masculina no ha experimentado apenas cambios desde la aparición de su “Majestad el traje de tres piezas “ (chaqueta, chaleco y pantalón).
Este conjunto de prendas fueron una herencia del siglo XVII, provenientes de piezas como los llamados jubones o casacas y que fueron experimentando su natural evolución a lo largo de los años hasta llegar a la fórmula actual, o mejor dicho, a la del 1850. A partir de esa fecha, los cambios que se producen atienden a meros maquillajes estéticos resultantes del alargamiento o acortamiento de largos; ensanchamiento o estrechamiento de solapas; tipos de tejidos, o estructuración y/o desestructuración de prendas.
Si fuéramos esta tarde a tomar una copa al prestigioso club parisiense “Cercle de la rue Royale”, ilustrado por el genial James Tissot en 1868, salvo en los sombreros de copa, no habría grandes diferencias en nuestros atuendos, ya que aquel período del dandismo se mostró como un movimiento democrático que aplaudía la mesura (Movimiento del Traje Racional , Oscar Wilde 1881). La imagen del dandy que tienen en algún caso por afeminada era al contrario de una impecable y sofisticada sobriedad.
¿Cuál ha sido el condicionante para la permanencia de un cierto inmovilismo en la vestimenta más formal? ¿Qué nos ha pasado estos últimos doscientos años? O mejor dicho, ¿qué no nos ha pasado?.¿Todavía no nos hemos despertado de esa visión onírica del ideal masculino?
Seguramente nos habremos centrado en la ropa de sport que se ha manifestado exultante y revolucionaria en materia de tejidos, colores y formas. Mucho de ello tendrá que ver con el asentamiento de una sociedad del bienestar y con el notable desarrollo de diversas fórmulas de ocio y deporte. En cambio, la vestimenta más formal se ha mantenido en un uniformismo “in vitro” dejando en segundo plano la pulsiones y revulsiones más masculinas.
En paralelo, la mujer, nuestra querida compañera de viaje, ¡se ha puesto las “botas”!. Sin mirar al lado, acompañada de grandes genios de la costura y, sobre todo, y afortunadamente, haciéndose protagonista de grandes conquistas sociales, ha multiplicado sus formas de expresión, en una constante ceremonia de libertad y belleza.
¿Qué ha cambiado para ser optimistas en el nuevo juego o rol masculino?
Por supuesto, no todo es involucionista y existen ejemplos muy potentes de diseñadores con una visión paralela y de vanguardia que ha ido empujando al hombre en el camino del cambio, como son en la escuela japonesa Yamamoto o en la belga Raf Simons. Sin embargo, todavía son ejemplos transversales y que demandan cierto tiempo.
Sin duda, el desencorsetamiento de los nuevos códigos de vestimenta y relaciones laborales están abriendo el paso hacia esa libertad contenida y adormecida del hombre.
Todo indica que quizás estemos en el final de esa fase “contemplativa” de la moda masculina que dé paso a una nueva etapa “analítica“ de gran interés, ya que será aquí donde se jueguen las cartas para la nueva visión del hombre del siglo XXI.
Es verdad que será necesaria cierta capacidad de abstracción para seguir adelante, pero sin duda la tenemos TODOS, es más, forma parte de nuestro ADN, ya que poder apreciar la belleza es universal. Siempre lleva consigo la ecuación de equilibrio y armonía en toda su expresión.
Paul García de Oteyza